[LA OVEJA NEGRA] Cuando el silencio es lucha Imprimir
Viernes 07 de Diciembre de 2018 01:30

GERMÁN VALCÁRCEL | La opción electoral mayoritaria de los andaluces, el cuarenta y dos por ciento (más de dos millones seiscientos mil de un censo de seis millones doscientos mil), fue no votar, con ello han conseguido poner de moda los trajes rojo y gualda con correajes y pistola, y los amaneceres mirando cara al sol.

El panorama de la contestación social y política en la sociedad española es, literalmente, desolador; sin embargo, el pasado domingo, en Andalucía, tras treinta y seis años de caciquismo institucional, millones de personas, cansadas de esperar que la justicia les llegue desde arriba, optaron por enmudecer y con ello dieron el primer paso para recuperar el futuro negado.

Los andaluces, folklorizados y ninguneados, en mayor o menor medida, en el resto del país, con su silencio se han hecho escuchar, al permitir que todos visualizáramos a las negras ratas del fascismo, alimentadas, crecidas y engordadas por la corrupción y el clientelismo, saliendo de las cloacas.

La masiva abstención también dice a todos los que ahora rabian, maldicen o gimen asustados ante los chillidos de esas negras ratas, que la democracia liberal ni es democracia ni es liberal, y que los gobiernos salidos de las urnas, repletos de ladrones codiciosos, ególatras y sociópatas, solo ofrecen soberbia, desprecio, ignorancia, olvido y muerte como futuro.

Ese silencioso grito de desesperación, nacido del fondo de la historia, de siglos de opresión y de angustia, surge en esas barriadas obreras de infraviviendas, con altísimas tasas de desempleo, el 70% en algunos casos, donde el consumo de heroína y los suicidios, no contabilizados en las estadísticas, se han disparado en estos años de recortes y dolor, barrios donde hay tantos narco pisos como tascas, donde una parte importante de la población sobrevive gracias al trapicheo de la droga. Barriadas como El Puche (Almería), Las Palmeras (Córdoba), Vista Alegre (Jaén), El Torrejón (Huelva), Palma-Palmilla (Málaga) Barrio de la Alameda en Alora (Málaga) o Torreblanca (Sevilla) o Montaraz (Bárbate), La Atunara (La Línea) y Jedula (Arcos de la Frontera), estas últimas en la provincia de Cádiz, provincia donde se da el mayor riesgo de pobreza y exclusión social del país.

Cuando el pueblo andaluz, en los ya lejanos inicios del miserable Régimen actual, salió en masa a las calles exigiendo autonomía política, tierra, trabajo, pan, salud, educación, democracia, libertad, justicia y acabar con los terratenientes y caciques cortijeros, los mal llamados socialistas respondieron construyendo un régimen asistencial, pero no transformaron ni un ápice la estructura socioeconómica de Andalucía. Al tradicional caciquismo de terratenientes han superpuesto el caciquismo institucional socialpancista, tan cruel y miserable como el de los señoritos cortijeros; aplastando, de paso, el relato de la emancipación.

Al tradicional caciquismo de terratenientes han superpuesto el caciquismo institucional socialpancista

En Andalucía, más que en ninguna parte del Estado, ha sido el que pudiéramos denominar “síndrome del progre buenista” (nada que ver con la solidaridad real) lo que ha viciado las prácticas políticas de la izquierda institucional, repleta de clasemedianos dispuestos a “ayudar” a la clase trabajadora; quisieron emanciparla, liberarla, redimirla, incurriendo en eso que Deleuze llamó “la indignidad de hablar por otro”, por eso tampoco los podemitas, unidos a la izquierda tricornio, han rentabilizado el descontento y la frustración, en el fondo ofrecían más de los mismo.

A pesar de la apariencias, lo que ocurre en Andalucía no difiere de lo que sucede en el resto del país, eso sí, con las características propias de cada lugar, al ser el Estado español una amalgama de pueblos muy plural y diferentes. Sin ir más lejos, en nuestro Bierzo, el caciquismo, el clientelismo y el amiguismo forman, también, parte de nuestra vida cotidiana, la diferencia es el partido que los ejerce, aquí el PP aunque el PSOE cuando puedo le imita (ahí tenemos lo que está ocurriendo con CIUDEN, pero eso lo contaremos otro día), y lo matiza la diferente estructura socioeconómica y la demografía, conformando otro tipo de sociedad, y consecuentemente otras respuestas, aquí es la emigración, dando como resultado final una sociedad repleta de siervos clasemedianos desclasados, con mentalidad de pequeño-burgués y aparofobia. Lo importante de lo ocurrido en Andalucía viene dado porque supone una forma de romper con el demofascismo en el que vivimos. Es decir ¡basta ya!, a las ceremonias inmorales del marketing político, a ese supuesto ejercicio democrático, votar, que luego permite regresar al puesto de adaptación social, para reproducir, de modo optimizado, la servidumbre voluntaria y la alienación.

Mientras ese oxímoron que se define como izquierda sigue esgrimiendo relatos cansinos, aburridos, hastiantes, empobrecedores, auto-justificativos, fuera del tiempo y de la realidad, discursos del siglo XIX o de la primera mitad del XX, la denominada derecha, el neoliberalismo, ya ha contemplado escenarios para el siglo XXII y utiliza la democracia liberal representativa como una herramienta, entre otras, para el fortalecimiento de ese ecofascismo que esconde la lucha por los cada vez más escasos recursos planetarios, empezando por los energéticos.

Sin embargo, por estas tierras, ahí siguen los representantes de los clasemedianos bercianos: los pactistas sindicatos del Régimen y los representantes institucionales de los partidos constitucionalistas, acompañados por los empresarios, organizando una manifestación-procesión (más bien una rogativa), solicitando un “Futuro para el Bierzo”, a la manera que la Administración diseñó para gestionar desobediencias y permitir a las gentes desahogar su indignación con menos peligro que cuando pasean los domingos por el parque.

La protesta y la disidencia han sido domesticada en las democracias liberales, no tienen cabida las protestas que no estén institucionalizadas y regladas (las otras son tildadas de terrorismo), la del día dieciséis, en Ponferrada, será una de esas protestas en las que se reivindica lo que el Sistema está dispuesto a conceder, lo que de hecho anhela establecer, si bien prefiere que se lo pidamos acaloradamente: puestos de trabajo miserablemente retribuidos y manos libres para terminar de expoliar el territorio, destruir el medio ambiente y explotar a los escasos habitantes que, en edad de rendir laboralmente, todavía quedan. En definitiva acabar con cualquier atisbo de disidencia real o rebeldía ante tanta ignominia.

Ya nos lo decía el escritor francés Étienne De La Boétie en su pequeño ensayo Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el Contra uno: La primera causa de la servidumbre voluntaria es la costumbre.

 

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